Decía aquel estupendo escritor (yo) que a él le gustaba
escribir sobre la gente normal porque, según se mire, siempre es
extraordinaria. La novela La luna siempre sangra por su lado oscuro está
llena de gente así. Gente normal, sí, normal, pero…
Me atrajo el título. No supe ver la acertadísima elección
del mismo aunque fuera eso lo que me incitó a comprarla ya que no tenía ninguna
referencia sobre el autor, ni buena ni mala, sino todo lo contrario (que decían
los de Gomaespuma), hasta que me introduje de lleno en la historia. La luna
siempre nos oculta una cara, igual que nosotros, que mostramos una cara y
ocultamos otra por las razones que sean, por temor al rechazo, por nuestro
propio rechazo, por miedo al castigo…
Cuesta un poquito entrar en la historia, pero tal vez deba
decir primero que no sé si eso es un problema mío pues me pasa muy a menudo. El
autor, Ángel López del Castillo, hace una presentación con capítulos muy cortos
en los que vamos saltando de un personaje a otro y, por si eso no fuera poco, brincando,
además, en el tiempo. No se encuentran las conexiones de los personajes hasta
un poquito avanzada la novela. Quizá con esa pequeña trampa que estorba el
entendimiento, consigue mantener la intriga y la atención necesaria cuando,
poquito a poco, vamos descubriendo cada uno de los interrogantes que se nos
plantean: ¿Y qué tiene esta que ver aquí? ¿Y a este quién le ha mandado llamar?
¿Pero qué pinta este tipo en esta historia? Esta parte la sentí un poquito
tediosa. Puede que un lector con menos paciencia no hubiera esperado a que
terminara ese juego de la presentación. El caso es que…
Con un mínimo de paciencia te has enganchado, te resulta
imposible despegarte y permanecer voluntariamente en la ignorancia de todas
esas preguntas que te planteas. Sigues leyendo pues y a cada respuesta que
encuentras, tienes un par de dudas más que solucionar. Tiene la novela un nudo perfectamente
tejido donde permanece en equilibrio la necesidad de saber con lo que se te
descubre y justo al final, cuando ya pensabas que, por las pocas páginas que te
quedan por leer, que o bien tienes un libro amputado o el autor te va a dar un
final de esos abiertos que tanto odias, entonces va y te da la solución, la
respuesta definitiva, el cierre perfecto e impensado, pero lógico, el final más
lógico, el más creíble. No tiene ese cierre forzado que tanto le recrimino a
Stephen King.
Nos enseña Ángel a sus personajes alumbrados también desde el
otro lado, el oscuro. Así los vemos desde todos los ángulos. Nadie es bueno al
cien por cien, nadie es malomalomuymalo,
en lo que sí concuerdan casi todos es en su soledad. Tal vez porque desde ese
lado oscuro desde el que todos sangramos, desde ahí solo cabe la soledad. Se me
plantean muchas preguntas con respecto a eso de ser monedas con dos caras, una
sonriente y la otra, la otra llena de sangre, de daño, de dolor. ¿Por qué lo
hacemos? ¿No es el primer rechazo a ese lado oculto nuestro propio rechazo? ¿Ocultamos
las cosas por los demás o por nosotros? ¿Qué tipo de sociedad tendríamos de
enseñar nuestras miserias con la misma confianza que enseñamos nuestro lado
amable?
Pero eso son problemas de este lector.
Es La luna siempre
sangra por su lado oscuro una novela cuya lectura recomiendo y de la que no
puedo desvelar más porque merece la pena ir descubriendo todo según nos lo plantea
el autor, y a Ángel López del Castillo como un autor que hay que tener en
cuenta para seguir sus próximos trabajos.
Pedro Conde.